Escribir es lo más exhibicionista que he hecho en los últimos días.

Posted by on | |
En un momento de nuestras vidas se nos empezó a implantar la idea de que el tiempo vale mucho. Entonces, a medida que crecemos, vemos al tiempo como algo que presupone una carga en lugar de una construcción que en algún momento alguien creó para documentar los movimientos del sol. El tiempo se convierte en algo que debe producir, en lugar de algo que se debe dejar pasar. Por supuesto, el tiempo pasa y esto presupone un acontecimiento angustiante: pasan los minutos y aún no nos hemos graduado, pasa los años y aún no nos hemos casado, no hemos tenido hijos, no hemos viajado. Finalmente se acaba el tiempo y con horror descubrimos que no hemos vivido.

Me angustia mucho esta impresión absurda de estar perdiendo el tiempo. Estudio, trabajo de lunes a domingo y hago prácticas en la Universidad, todo al mismo tiempo y aún así siento que estoy perdiendo el tiempo. No es que piense que estoy rindiéndome al ocio, al contrario, he empezado a creer que sentarse a no hacer nada y ver el techo durante toda la tarde es también perder el tiempo. Mi tiempo merece ser dilapidado si quiero y debería tener el derecho a disfrutar despilfarrándolo si quiero.

Sin darme cuenta me veo inmersa en un sistema que me ahoga. Trabajo en una compañía demandante que siempre necesita de mi tiempo y en donde se exige disponibilidad a toda hora. Les he dado mi tiempo a cambio de dinero. Este dinero, a su vez, sirve para pagarme la Universidad que, por otra parte, tiene como objetivo graduarme para salir de un trabajo que ya poco me estimula. Es un círculo vicioso y he llegado a pensar que esta es la forma de prostitución intelectual más perfecta que existe. El trabajo dignifica, se dice, pero no encuentro nada digno estar frente a una computadora todo el día respondiendo correos y peleando con gente que no conozco o llenando los datos de un contrato que no me afecta en lo más mínimo.

Por otro lado, el dinero y el poder de gastarlo en cosas que creemos necesitar es uno de los sentimientos más liberadores que he encontrado. No, esto no tiene nada que ver con el status de tener un celular con una manzanita a medio morder o ropa que probablemente fue hecha en China en condiciones deplorables, pero que es cara porque tiene una marca en el estampado. Crecí en un hogar que constantemente necesitaba dinero. Tuve una infancia bastante feliz, pero más de una vez vi a mi madre angustiada haciendo números en su cabeza una y otra vez, sin que le cuadren en ningún intento. Siempre estábamos en rojo y el dinero era este animal mitológico que los demás tenían y que nosotros debíamos racionar para lo necesario. Ahora siento que tengo el poder de ayudarla y ya no siento que el dinero sea algo que está a kilómetros de donde estoy yo.

Me he creado un conflicto que indudablemente tienen un montón de personas más. Es fácil teorizarlo constantemente todo y concluir, por ejemplo, que el tiempo merece ser gastado en el ocio y que el dinero siempre va a ser una necesidad constante y sólo se consigue con trabajo. También es muy fácil ver que no practico lo que predico y que todavía me estoy ahogando.

0 comentarios:

Goonie