De vez en cuando las palabras brotan como cascada desde adentro del cuerpo: un sólo desorden de ruido que arrasa con todo.
En un momento nos damos cuenta de la manera más absurda que somos un poco más que un conjunto de tripas y huesos: albergamos todas las risas del mundo y todos los llantos del mundo. Nos convertirnos en gritos que no dicen nada y en un caos más bien disimulado que querría tomar un respiro a través de la piel.
No hay cosa peor que convertirse en un lugar común.
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